lunes, 30 de abril de 2007

Leni Riefenstahl, la musa del líder


Leni Riefenstahl nació en Berlín el 22 de agosto de 1902. Falleció a los 101 años, en 2003. Rompió en sus 101 años de vida infinidad de esquemas y aportó al cine multitud de experiencias innovadoras que es necesario destacarlas por su brillantez a pesar de su vinculación y colaboración durante una década con la ideología nazi y su cúpula de poder.

De muy joven inició su carrera como bailarina. Una lesión de menisco la alejó temporalmente de la escena. En 1924 se puso en contacto con el Dr. Arnold Fank, tras ver una película suya sobre los Alpes dolomitas. Con Fank, además de protagonizar varias películas, entre ellas El Monte Sagrado, colaboró durante muchos años y aprendió a manejar la cámara.

La película de Eisenstein El acorazado Potemkin, le hizo decidir su vida dedicándola al cine. Poco a poco, arriesgando su persona en escenas difíciles y su dinero en la producción de films, labró una reputación con la que estuvo a punto de llegar a Hollywood.

Pero no quiso limitarse a la subordinación de ser actriz: en 1932 dirigió su primera película, La luz azul, filme situado en los Alpes, que tras ser premiada en la Mostra Venecia, la lanzó a la fama internacional. Ella interpretaba el papel principal. Hitler, poco antes de llegar al poder, el 30 de enero de 1933, quiso conocerla y le fue presentada.

Mientras otros cineastas se expatriaban, como Fritz Lang y Robert Wiene, Leni, gracias al doctor Goebbels, se convirtió en «la cineasta número uno del nuevo régimen». Hitler causó gran impacto en la actriz y directora, que aceptó la dirección de dos documentales sobre el congreso del partido, La victoria de la fe (1933) y El triunfo de la voluntad (1936). Esta obtuvo el Premio Nacional de Cinematografía, la medalla de oro en la Bienal de Venecia, y medalla de oro también en la Exposición Universal de Paris en 1937.

Para acallar las críticas de algunos generales de Hitler por la gran confianza que el Führer tenía hacia ella, filmó un corto sobre la Wermacht. En ese tiempo viajó por España para rodar los exteriores de Tierra Baja, que acabaría aparcada por falta de financiación.

Con Olimpíada, una epopeya sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, obtuvo no solamente el gran reconocimiento del gobierno y pueblo nazi, sino que además fue premiada con gran éxito de público y crítica con un León de Oro en el Festival de Venecia. Olimpíada se estrenó el día del cumpleaños de Hitler en sesión privada, en dos partes Fiesta de los pueblos y Fiesta de la belleza.

Leni Riefenstahl tuvo a su disposición todo tipo de recursos, tanto económicos como técnicos, en momentos en que la restricción económica afectaba al resto de los cineastas.

Mientas tanto, siguió con el rodaje de Tierra Baja, para la cual, construyó en Alemania una aldea de estilo español. La contratación como extras de un grupo de gitanos le llevó posteriormente a ser acusada de haberlos sacado de un campo de concentración y de haberlos utilizado como esclavos.

Debido a los constantes bombardeos sobre Berlín se trasladó a Kitzbühel (Austria), donde depositó todo el material de sus películas, incluida Tierra Baja de la que tan sólo faltaba el trabajo de sincronización y montaje.

Tras el final de guerra, fue detenida e interrogada por el ejército norteamericano. Le fue confiscada la casa y todas sus posesiones, ente ellas las copias de sus películas. Leni se defendió siempre de sus acusaciones de nazismo diciendo que había pecado de ingenua pero no de mala voluntad. Como tantos miles de alemanes de aquella época, negó conocer el exterminio que estaba sucediendo en su país. No obstante, nunca lo lamentó.

Tras ser liberada por los norteamericanos, una guarnición francesa en El Tirol, la volvió a detener. Más tarde se le confiscaron todos los bienes, incluyendo el material fotográfico. Vivió varios meses en la miseria y su matrimonio fracasó. Se le recluyó durante tres meses en un manicomio, en el que se le aplicó electroshock para «desnazificarla»

En varios juicios sucesivos, a instancias norteamericanas y francesas, salió con veredicto favorable, que reconocía su no-implicación ni en el partido ni en ninguna otra de sus ramificaciones y que su relación con Hitler y su partido era estrictamente profesional. Tras un última apelación la calificaron solamente como simpatizante (no perteneciente) del partido nazi.
Tras varios años de pleitos consiguió recuperar parte de sus pertenencias, sobre todo sus rollo de película. Veinte años después de haber sido empezada, terminó el montaje y estrenó Tierra Baja.
Viajó por África, donde quedó prendada por unas fotografías de los atléticos cuerpos de «Los Nuba». Se obsesionó con la idea de filmarlos, y a pesar de los peligros y los consejos en contra (tenía ya 60 años), partió para el sur de Sudán en las más adversas circunstancias.

Las fotografías y filmaciones de «Los Nuba» dieron la vuelta al mundo. Para lograrlas se integró en las costumbres de la tribu y aprendió su lengua. Con su colaborador y cámara, Horst Kettner, en 1968, se adentró en territorios desconocidos y filmó a varias tribus que nunca habían tenido contacto con el mundo de occidente.

Su culto al cuerpo en forma de imágenes fotográficas y filmadas, sirvió a sus críticos para indicar sus evocaciones de la ideología nazi. En la última etapa de su vida profesional, prefirió eliminar de sus imágenes al ser humano. Desde mediados de los años setenta comenzó a fotografiar arrecifes de coral, un tema que incluso le permitió filmar una última película, ya absolutamente vaciada de contenido, Impresiones bajo el agua, que realizó con 97 años y presentó en el 2000, ya con 100 años. Aprendió submarinismo a los 72 años y con más de 90 siguió lanzándose en paracaídas. Falleció a los 101 años, en 2003.
Leni, controvertida
Para Francis Ford Coppola, George Lucas o Mick Jagger, Leni era una documentalista genial, que convirtió en obra maestra el congreso con que Hitler se rindió culto. Para otros muchos, ha sido el mayor exponente del cine de propaganda.

Roman Gubern. (El Periódico de Cataluña, 10/09/03): Cuando Riefenstahl fue detenida en 1945 por los aliados y sometida a un proceso de desnazificación, se defendió diciendo que se había limitado a hacer un documental que retrató los eventos de aquel congreso. Nada más falso. El congreso se organizó como una gigantesca puesta en escena para sus cámaras --pasarelas, ascensores y rampas para los operadores--, igual a como hoy se organizan los mítines, montados para la mejor visibilidad de las telecámaras. El triunfo de la voluntad fue premiada en la Exposición Internacional de París (1937), en pleno Frente Popular.

Leni Riefenstahl nunca ocultó su fascinación por Hitler, que a su vez descubrió el talento de ella en la primera película que dirigió, La luz azul (Das blaue Licht), de 1932, premiada en el Festival de Venecia.
Sea por admiración mutua, sea por presión del dictador sobre la cineasta, de la que se llegó a decir que era su amante, Leni filmó El día de la libertad (Tag der Freiheit), un documental sobre la Wehrmacht hitleriana, en 1935, así como Olimpíada (Olympia), una lección de cine sobre los Juegos olímpicos de Berlín en 1936.

El montaje de Tierra baja (Tiefland), en 1954, pero rodada hacia los años 1940, la colocó en una nueva controversia, por las acusaciones de la comunidad gitana de haber utilizado como extras a presos de esa etnia confinados en campos de concentración. Riefenstahl declaró haber visto tras la guerra a los gitanos que participaron en sus películas, aunque fueron asesinados en campos de concentración. Esta afirmación llevó a la fiscalía de Francfort a abrir un proceso contra la legendaria cineasta por negar el Holocausto.

La opinión de Leni Riefenstahl
Dicen que, para Hitler, Leni Riefenstahl representó la mujer ideal. Para ella, sin duda, conocer al dictador fue un acontecimiento inolvidable, allá por 1932 en un mitin en Berlín. «Fue como si se abriera la tierra delante de mí», escribe en sus Memorias. Ella no se arrepiente de nada. Ni de su fascinación por Hitler, ni de sus hermosos trabajos sobre el nacionalsocialismo. 'Por ellos he cumplido una larga penitencia', afirma en uno de los documentales realizados sobre su vida (El poder de las imágenes, 1993).

En sus memorias, publicadas en 1987, 1990 y en 1992, Leni Riefenstahl siempre negó su colaboración con el nazismo. Negó, en reiteradas ocasiones, su afiliación al partido nazi y que fuera antisemita y se manifestó siempre como una ingenua que no vio ni oyó nada de las atrocidades cometidas por el nazismo. Llegó incluso a negar el Holocausto, aunque sí afirmó que de haber sabido cómo era Hitler, no le hubiera apoyado. Nunca se salió de sus afirmaciones a pesar de las evidencias, fotos, películas, opiniones de los jerarcas nazis, etc. Ella dijo que sólo miró, filmó y montó películas. En una entrevista para televisión afirmó que solamente sirvió a Hitler una sola vez, durante el rodaje de El triunfo de la voluntad.
Su aportación al cine
«Siempre anduve a la búsqueda de lo insólito, de lo maravilloso y de los misterios de la vida». Así es como comienza Leni Riefenstahl su libro de memorias.

Hay formas de filmar, de ponerse tras una cámara, que fue Leni Riefenstahl quién las utilizó por primera vez en el cine; tomas diferentes; utilizó el traveling de modo completamente innovador.
En Olimpiada con 35 cámaras y numerosos teleobjetivos, captó los pequeños detalles de cada competición. Tuvo a 60 operadores trabajando a sus órdenes y experimentó con métodos revolucionarios para la época, colocó ruedas bajo las cámaras para poder seguir la marcha de los atletas y cavar fosos en el estadio para captar los saltos desde una perspectiva aérea. Se valió de un objetivo de 600 mm, el de más largo alcance y de una cámara subacuática, ideada especialmente por uno de sus colaboradores para los saltos de trampolín.

El resultado fueron más de 400.000 metros de película, que redujo a 100.000. El trabajo de montaje duró casi dos años con un afán y un rigor que ponía nervioso a Josef Goebbels, responsable de Propaganda del régimen nazi.

Fue una trabajadora incansable que no sólo interpretaba y dirigía, sino que también escribía los guiones y cortaba y montaba la cinta. Tenía fama de ser meticulosa hasta extremos imposibles. Cuentan que era capaz de estar cambiando de lugar los árboles de un decorado durante días enteros hasta lograr el encuadre adecuado. En El triunfo de la voluntad, dispuso para el rodaje de ciento treinta mil metros de película (sesenta horas), dieciséis operadores y otros tantos ayudantes, treinta cámaras, cuatro equipos de sonido, un dirigible para tomas aéreas y ciento treinta reflectores gigantescos dentro de una escenografía cuidadosamente preparada por Albert Speer y más de 350.000 habitantes de Nüremberg como extras gratuitos y disciplinados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena idea la de hacer un homenaje a las mujeres arias. Yo tambien lo soy. Felicidades Erika.